Tras terminar los discursos
de la sesión parlamentaria que dio lugar a la investidura de Rajoy, se formó
una monumental bronca entre Ciudadanos y Podemos. Sucedió después de que el
portavoz socialista, Antonio Hernando, pidiera la palabra para contestar, por
alusiones, al criminal discurso de Gabriel Rufián, dedicado a atacar al PSOE.
El socialista pidió que el separatista de ERC rectificara por un partido
"que ha vertido sangre, sudor y lágrimas" para que él y el resto se
puedan sentar en el Congreso.
Sus palabras emocionaron y
levantaron a los diputados de PP, PSOE y Ciudadanos de sus escaños para
respaldar con una ovación al portavoz socialista, algo que yo también habría
hecho de estar allí, y supongo que la gran mayoría de los españoles, también.
Los de Podemos, y el resto de basura parlamentaria, se quedaron sentados, y su
portavoz Irene Montero señalaba burlona y con desdén a los diputados naranjas,
afeándoles que estuvieran con PP y PSOE. En ese momento, José Manuel Villegas
señaló hacia los escaños de Bildu diciéndoles que ellos estaban "con los
terroristas", ya que los podemitas acababan de aplaudir, minutos antes, la
intervención del diputado proetarra de Bildu. Fue el momento en que estalló la
bronca y los de Podemos, especialmente Irene Montero, dieron un salto en su
escaño y se encararon entre gritos y gestos intimidatorios.
Podemos, que había ovacionado
a Bildu, se había reído de los 254 diputados que aplaudían en honor a las
víctimas de ETA.
En ese momento entró en
juego el diputado de Podemos por Vizcaya, Eduardo Maura, para lanzar una
amenaza clara contra el portavoz de Ciudadanos.
Las amenazas de este tipo
en sede parlamentaria son ya una siniestra tradición en España, tras la
eclosión de las ideologías totalitarias a comienzos del siglo XX.
Conviene recordar, que
durante la convulsa II República, el 4 de julio de 1934 otro socialista,
Indalecio Prieto, uno de los mayores responsables del estallido de la Guerra
Civil, sacó su pistola en pleno debate y se avalanzó sobre el diputado
derechista de la CEDA Jaime Oriol. No llegó a disparar pero sí hizo ademán de
hacerlo.
El 19 de mayo de 1936 la
diputada comunista Dolores Ibarruri se refiere en estos términos al líder de la
derecha José Calvo Sotelo: "cómplice de miserables asesinos de ahora y de
antes, para desgracia de la República aún no se ha hecho justicia con él"
y concluía "este hombre ha pronunciado su último discurso". Sólo dos
meses después, el 13 de julio de 1936, Calvo Sotelo era asesinado por miembros
de la escolta del socialista Indalecio Prieto.
Los de Pablo Iglesias, por
mucho que quieran disimular, ya no pueden, por sus comportamientos se les
conoce, son los herederos naturales de lo peor y lo más siniestro de nuestra
historia política.